Sultán Musulmán (1138-1193)

Tras la muerte de Nur al-Din en 1174, Saladino expandió su poder a Siria y al norte de Mesopotamia, principalmente a expensas de sus rivales musulmanes. Después de la rendición de Damasco (1174), Alepo (1183) y Mosul (1186), numerosos ejércitos musulmanes, aliados bajo el mando de Saladino, estaban preparados para combatir a los cruzados. En 1187 invadió el reino latino de Jerusalén, derrotó a los cristianos en Hittin (Galilea) el 4 de julio, y capturó Jerusalén en octubre. En 1189 las naciones de Europa occidental lanzaron la tercera Cruzada para recuperar la ciudad santa.
A pesar de la implacabilidad militar y de los esfuerzos diplomáticos, el bloqueo terrestre y naval obligaron a la rendición del bastión palestino de Acre en 1191, aunque los cruzados fracasaron en la consecución de Jerusalén. En 1192 Saladino firmó un acuerdo de armisticio con el rey Ricardo I de Inglaterra que permitió a los cruzados reconstituir su reino a lo largo de la costa palestino-siria, aunque dejó Jerusalén en manos musulmanas. El 4 de marzo de 1193, Saladino murió en Damasco tras una breve enfermedad.
La historiografía musulmana ha inmortalizado a Saladino como parangón de virtud principesca. Fascinó a los escritores occidentales, novelistas incluidos.